PREPÁRESE PARA DARLE PLANTÓN A LA MENOPAUSIA

Estilo Y Vida

 

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En la sociedad del culto a la belleza, la delgadez y la juventud, la llegada de la menopausia supone un trastorno para muchas mujeres, no sólo por las molestias físicas que acarrea sino por los prejuicios que quitan valor a las arrugas. Y es que muchas se plantean cuestiones como «ya no soy una mujer» o «ya no soy atractiva». «La imagen de perfección que vende la sociedad no coincide con una mujer de 50 años. En otras civilizaciones es al revés», explica Manuel Albi, jefe de la Unidad de la Mujer del Hospital La Luz de Madrid.

La menopausia llega con el fin de la menstruación: entre los 45 y los 55 años los ovarios dejan de producir óvulos, lo que provoca una disminución en los niveles de las hormonas femeninas: estrógenos y progesterona. Este cambio hormonal trae de la mano a algunos compañeros incómodos: sofocos, sequedad vaginal, osteoporosis… Pero no todas padecen sus efectos por igual: una de cada cinco mujeres sufre síntomas graves, según la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), aunque sólo el 1% se trata con terapia hormonal. «Cuanto más gradual sea la transición, mayor facilidad tendrán para la adaptación», explica la psicóloga Irene Estrada. En cualquier caso, «llegar a la menopausia con la mejor salud posible provoca que los daños colaterales se atenúen», cuenta la entrenadora personal María Giner. Así que tome nota de estos consejos, no sólo para mantener sus síntomas a raya una vez alcance esta etapa, sino para anticiparse y prevenirlos.

Los sofocos


Según los expertos, en muchas ocasiones resulta difícil diferenciar el papel que tienen los cambios hormonales y el del propio proceso de envejecimiento en la aparición de algunos síntomas, pero lo que sí parece claro es la relación que tiene el cambio hormonal con los sofocos y la sequedad vaginal. Los primeros, provocados por una vasodilatación brusca, son precisamente la señal que avisa de la llegada de la menopausia. Afectan al 75% de la población femenina, según la AEEM, y «a la mayoría le duran entre 30 segundos y cinco minutos». Se manifiestan como una «repentina sensación de calor en la parte superior del cuello, cara y tórax y se acompañan de sudoración y palpitaciones», explica Plácido Llaneza, presidente de la AEEM.

«Las mujeres japonesas apenas se quejan de este problema, las holandesas, por ejemplo, lo hacen en un 80% de los casos. Las mujeres urbanas y trabajadoras apenas presentan trastornos, sin embargo, en entornos rurales los tienen con mayor frecuencia e intensidad. Esto indica que también influyen factores psicológicos, sociales y culturales», cuenta Estrada. El doctor Llaneza también aprecia estas diferencias: «En las mujeres del sudeste asiático la prevalencia de los síntomas vasomotores es mucho más baja, lo que se ha relacionado con la dieta. También influye el índice de masa corporal, siendo más comunes los sofocos en las mujeres obesas por la mayor dificultad para dispersar el calor».

En los casos más graves, se hace aconsejable hacer un tratamiento hormonal para paliar los efectos. Éstos fueron prescritos de forma generalizada durante los años 90, «y se suspendieron en algunos países en 1993 a raíz de estudios que consideraban que aumentaban el riesgo de padecer cáncer», cuenta Estrada. Los endocrinos explican que estos tratamientos deben ser empleados cuando realmente sean necesarios y nunca de forma indefinida. Si los efectos son más suaves, se pueden seguir algunos de los consejos de los expertos, como evitar taparse con mantas que abriguen demasiado, las comidas picantes, las bebidas demasiado calientes o estimulantes como café o té y las aglomeraciones. Es recomendable cenar ligero, tener siempre un ventilador a mano, mantener aireada la habitación y usar ropa de tejidos naturales, en varias capas a ser posible para quitárselas si lo necesita. Pero si lo que quiere es prevenirlos, el ácido fólico, presente en vegetales de hoja verde y lentejas o en comprimidos, será su aliado, ya que numerosos estudios han demostrado que aumenta los niveles de estrógenos y reduce los sofocos. También resulta muy eficaz la soja, que contiene isoflavonas, sustancia que tiene una acción similar a los estrógenos, mitigando así las molestias.

Sexo y sequedad vaginal

Otro problema derivado de esta carencia hormonal es la sequedad vaginal, que produce escozor, picor y molestias en las relaciones sexuales. Para ayudar con este problema, existen en el mercado algunos hidratantes para el día a día y lubricantes. En los casos en los que la sequedad sea aguda, también se pueden utilizar cremas con estrógenos.

El aumento de peso y el debilitamiento de la elasticidad muscular de la vagina también pueden provocar otro efecto embarazoso: la pérdida de orina. «Ésta puede tratarse mediante ejercicios que fortalezcan el suelo pélvico. Algunas farmacias disponen de bolas chinas e imparten talleres de cómo utilizarlas», cuenta Estrada. También se puede recurrir a los ejercicios hipopresivos para trabajar el suelo pélvico. Si se requiere un método más drástico, se puede optar por hacerse infiltraciones locales de ácido hialurónico o láser fraccionado.

La disminución de la libido también se ha asociado a una cuestión hormonal, pero los expertos explican que la relación no está tan clara. «Hay casos en los que la vida sexual mejora al tener más tiempo, más intimidad con la pareja. El sexo es un potente antidepresivo natural, produce endorfinas, que son un analgésico natural, reducen el estrés y aumentan la sensación de bienestar y relajación», dice Estrada, que recuerda que ya en 1977 la sexóloga Shere Hite publicó un estudio que afirmaba que la mayoría de las mujeres maduras aumentaba su placer sexual con la edad.

Osteoporosis y ejercicio

La Sociedad Española de Reumatología estima que una de cada cuatro mujeres postmenopáusicas tiene osteoporosis, mientras que este porcentaje aumenta al 40% en mujeres de edades comprendidas entre los 70 y 79 años, una cifra muy inferior en el caso de los hombres (11%). «Los estrógenos favorecen la creación de hueso y en la mujer menopaúsica, al quedarse sin estrógenos, se destruye más», explica el doctor Albi, que recomienda hacer ejercicio de forma habitual o al menos dar paseos diarios de una hora como mínimo para favorecer la creación ósea. Además, «los efectos que provoca la carencia de estrógenos se atenúan con el ejercicio, ya que éste regula la temperatura y sudoración del cuerpo. No importa de qué tipo sea, pero siempre de intensidad moderada, porque si no sería contraproducente», explica Giner. Esto, sumado a un aumento en la ingesta de lácteos para incrementar los niveles de calcio y exponerse al sol con moderación para aumentar la vitamina D son los tres pilares fundamentales a los que debe agarrarse toda mujer que vaya a entrar en la menopausia. «Las bebidas carbonatadas y el alcohol inhiben la absorción de calcio, por lo que es aconsejable evitarlos, así como el tabaco, que tiene un efecto antiestrogénico, destruye la formación de hueso y provoca atrofia vaginal», explica Cristina Larroy, directora de la Clínica de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. En los casos más acusados se puede recurrir a tratamientos con el fin de evitar fracturas.

Durante la menopausia, el colesterol suele aumentar y también el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, por lo que el ejercicio también se hace indispensable en este sentido. Además, el deporte libera endorfinas y ayuda a controlar el peso. Aunque la mayoría de las mujeres relaciona la menopausia con la tendencia a ganar kilos, lo que en realidad ocurre es que se produce un cambio metabólico por la edad y se adquiere una mayor proporción de tejido graso. Las necesidades nutricionales de la mujer ya no son las mismas y por lo tanto el aporte calórico deberá ser menor. Por ello, los expertos recomiendan seguir una dieta sana baja en grasas y rica en alimentos antioxidantes (frutas y verduras), Omega 3 (salmón u otros pescados azules, que previenen la aparición de problemas cardiovasculares) y vitaminas A, C y D (brócoli, zanahoria, tomate…) o recurrir a la suplementación vitamínica en caso de que sea necesario.

El insomnio, la irritabilidad, la falta de concentración y la fatiga son otros de los efectos secundarios, aunque sea de forma indirecta. «Si se tienen sofocos nocturnos, esto incide en el sueño, se está más cansada y, por consiguiente, más irritable», explica Larroy. Ésto también puede provocar falta de concentración, pero los expertos no han apreciado una relación entre menopausia y deterioro cognitivo o falta de memoria, más relacionados con la edad. Si quiere evitar sentirse fatigada, recurra a alimentos ricos en hierro.

Aspectos psicológicos

A pesar de que las hormonas juegan también un papel importante en el estado de ánimo, en ocasiones tiene más que ver su coincidencia con una etapa vital «en la que los hijos se van, muchas mujeres tienen que hacerse cargo de sus padres, lo que provoca en muchos casos ansiedad, decaimiento y depresión«, explica Larroy. Pero lo que más incide es su relación con determinados prejuicios. «La palabra menopáusica se utiliza de forma despectiva. Se tiende a pensar que la mujer ya no es tan atractiva y que ya no se es mujer ante la falta de menstruación, en vez de pensar en la suerte de que ya no tienes la regla y en que puedes disfrutar de las relaciones sin miedo a quedarte embarazada», analiza Larroy. «Hay culturas en las que la vejez se vive como un premio a la vida. Pero en países donde la maternidad es un elemento fundamental de la femineidad, hay mucha sintomatología», continúa.

El estado de ánimo de las mujeres que están a punto de iniciar esta etapa dependerá de cómo la afronten. «Superada la crianza de los hijos, muchas se sienten más libres para dedicar su tiempo y energía a sí mismas y experimentan un mayor bienestar psicológico. Si nos ocupamos de vivir plenamente nuestra profesión, aficiones, amistades, la relación de pareja y prestamos la atención justa a la menopausia, no nos molestará demasiado», explica Estrada, que aconseja emplear técnicas de relajación para mejorar la calidad de vida de las mujeres y que hagan suyo el lema: «Ahora me toca a mí»

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