Mimi Choi es una maquilladora de Vancouver capaz de asustar y fascinar al mismo tiempo a cualquiera que se atreva a visitar su cuenta de Instagram. En realidad ni siquiera es una maquilladora al uso, como las que habitualmente triunfan en las redes sociales firmando tutoriales para la gente amiga de colorear epidermis, sino alguien capaz de utilizar su propio rostro como herramienta para fabricar ilusiones ópticas.
La matrioska humana:
Aunque parezca lo contrario su obra no tienen ningún tipo de retoque digital añadido:
En su colección de imágenes de Instagram la cara de la artista se divide en piezas de un puzle, se resquebraja, se descascarilla, se derrite o se convierte en agujeros extraños. Sus ojos se multiplican o desaparecen y sus facciones tan pronto se convierten en piezas geométricas como en los rasgos de un personaje de cómic. Todo es una ilusión pincelada, que puede suponer hasta cinco horas de trabajo por cada creación, una tan asombrosa como para que la propia Choi se vea en la obligación de aclarar que en sus instantáneas no hay ni rastro de Photoshop, ni de ningún otro tipo de retoque digital posterior. Todo lo que se ve en cada fotografía ha sido creado exclusivamente a mano.
Choi a pedazos:
Mosaico:
El truco es que no hay truco, la canadiense demuestra en su propia cuenta que es muy buena a la hora de dibujar sobre el papel y su trabajo se basa en trasladar ese buen pulso al terreno del maquillaje. Su acierto más inteligente es configurar las ilusiones ópticas aprovechando las posibilidades del terreno: al pintar sobre las facciones de la cara juega a camuflar sus ojos, nariz y boca para generar el espejismo de que se han mudado de posición o directamente no existen. En algunas de sus creaciones más espectaculares su cara directamente se funde con el entorno más próximo.
Artista ninja:
Pozos que no existen:
Choi utiliza un eyeliner negro para crear sobre su piel un efecto de espacio negativo, fabricando de ese modo un fondo ficticio en segundo plano que le permite hacer más eficaz la sensación de que su cara está compuesta a base de piezas. Y no se limita a la cabeza: también juguetea con el cuerpo más allá del rostro y en algunas de sus creaciones disfraza sus manos como platos de comida o las convierte en extremidades robóticas.
Comida viva:
El esqueleto metálico:
La maquilladora trabajando sobre pieles ajenas:
Hace tres años Choi abandonó su trabajo como profesora para dedicarse por completo al maquillaje. Asegura que en lugar de buscar inspiración en otras artistas similares se basa en lo que le transmite el arte (la pintura y la fotografía sobre todo), su entorno (se basa en los elementos más diversos: desde un mosaico de baldosas hasta un meme de internet) y las emociones. Esto último parece ser realmente importante: en su propio Instagram explica cómo toda esa creatividad que requiere su trabajo le ha funcionado en su vida a modo de válvula de escape a la hora de enfrentarse a problemas como la ansiedad, la parálisis del sueño y los ataques de pánico.
Miguel Rosero, editor de la revista impresa y online Eventos En Red. Profesional de la comunicación y la tecnología.