Leo Messi no seguirá en el Barcelona. Se acabó. Al menos es lo que ha anunciado el propio club azulgrana este jueves 5 de agosto, a diez días del inicio de la Liga, que el argentino no renovará su contrato. El Barcelona, en una nota de tres párrafos en la que hace referencia a la «normativa de la Liga española», es decir al Fair Play financiero, se escuda en «obstáculos económicos y estructurales». El presidente Joan Laporta aseguró a Jorge Messi, padre del futbolista, que sería imposible inscribir al jugador.
Messi ha sido quizá el mejor futbolista que tuvo nunca el Barcelona. Incluso hay socios que piden para él una estatua frente al estadio, junto a la de Ladislao Kubala y Johan Cruyff, por mucho que los homenajes de piedra y mármol acostumbren a darse cuando ya no hay alegrías, sino recuerdos. Deben amontonarse ahora que el rosarino, un año después de su amago de huida del Camp Nou burofax mediante, pone fin a una época. No volverá a vestir la camiseta azulgrana. Así de sencillo. Así de crudo.
A sus 34 años y después de 474 goles en 17 años en el primer equipo, las partes dicen basta, aunque en algún despacho del Camp Nou aún suspiraban por una última vuelta de tuerca.
Hace un año, harto de las mentiras del ex presidente Josep Maria Bartomeu, ya se convenció el delantero de la necesidad de marchar. Nada pudo sacar de aquella ruina Joan Laporta, asfixiado por las deudas del antiguo régimen, e incapaz también de sostener durante el proceso negociador la avaricia de Jorge, el patriarca, que había llegado a aceptar un contrato reducido al 50% y al que sólo le faltaba la firma. Aunque Leo, ni confía plenamente en la estabilidad económica del club, que estaba dispuesto a ofrecerle 200 millones de euros a pagar en cinco temporadas -aunque sólo jugara dos en el Barça-, ni tiene garantías de poder afinar su puesta a punto para el Mundial de Qatar, ni ve viable ampliar aún más su palmarés (35 títulos como azulgrana, con cuatro Champions y diez Ligas). Fuentes del vestuario consultadas por EL MUNDO asumen esta última versión.
Ahora, pongámonos en perspectiva. La directiva de Joan Laporta viene de pedir un rescate a Goldman Sachs de 525 millones de euros. Además, quedaba condenada a entenderse con el llanero solitario Javier Tebas por esa lluvia ácida de millones del fondo CVC a la patronal (unos 270 tocarían al Barça) que debía ayudar a aclarar la continuidad de Messi. Un pacto que el Barcelona se niega a aceptar al considerar que ello conlleva hipotecarse durante 40 años, con Tebas preparado para convertirse en el héroe que descabezó la Superliga.
El contrato que debía ligar a Messi con el Barcelona llevaba semanas acordado. Poco ha importado. Su último sueldo bruto anual máximo entre el contrato laboral y el de imagen, junto a las múltiples variables y primas del anterior documento era, según informó este diario, de 138.809.404 millones de euros brutos. El salario fijo anual entre el contrato laboral, el contrato de imagen y la prima de fidelidad ascendía entonces a 77.929.955 euros. Esta temporada, en cambio, debía tener una ficha de unos 40 millones. Una cantidad que, sin embargo, obligaba al Barcelona a reducir su masa salarial en 160 millones de euros al estar excedido de su límite salarial.
Aun así, la ingeniería financiera era necesaria en el contrato de Messi. El delantero tendría esta primera temporada un salario inferior al de la segunda. Además, recibiría dos primas: una de renovación y otra de fin de contrato. Messi, pese a que iba a firmar por cinco temporadas, tenía la opción de jugar sólo las dos primeras en el Barcelona (después de la tercera tenía la opción de marchar a la Major League Soccer). Las partes iban a decidir qué hacer una vez concluyera el Mundial de Qatar en invierno de 2022. En los primeros 24 meses iba a percibir, entre salario y las dos primas, unos 160 millones de euros brutos. Si continuara como azulgrana, la ficha sería después decreciente. La totalidad del contrato ascendía a unos 200 millones de euros.
La reglamentación del control financiero de LaLiga ha llevado sin embargo al Barcelona al límite. Ésta otorga a un futbolista renovado la consideración de nueva incorporación. En el caso de Messi se tiene en cuenta el salario, aunque no la amortización de un fichaje. Al superar el club azulgrana su límite salarial, la entidad debe asumir que el sueldo anual de Messi no puede superar el 25% de lo que se logre liberar entre fichas y amortizaciones en las salidas de futbolistas. Es decir, por cada 25 millones que entren en nuevos salarios el club debe desprenderse de 100.
Los cálculos del Barcelona para este verano estaban claros. Con la renovación de Messi y un salario a contabilizar por la patronal que este primer año rondaría los 40 millones de euros brutos, la masa salarial debía reducirse sólo por este concepto en 160 millones para salir adelante y que fuera validada la inscripción. Serían 200 con todas las contrataciones.
Ello obligaba a Laporta a tomar decisiones drásticas. Una de ellas, desprenderse de futbolistas como Antoine Griezmann, por quien se exploró hace semanas un intercambio con el centrocampista del Atlético Saúl. Griezmann es el segundo sueldo más alto del vestuario.
La rebaja salarial del resto de capitostes de la caseta (Piqué, Sergio Busquets, Jordi Alba y Sergi Roberto) también era -y sigue siendo- del todo necesaria. Ese adelgazamiento urge al ver la nueva directiva cómo todavía debe hacer frente a 172 millones de euros que la anterior gestora decidió diferir.
El limite salarial del Barcelona fue de 347,1 millones de euros la pasada temporada. Una cifra que iba a verse reducida cuando la junta directiva, tal y como tenía previsto, presentara pérdidas de 300 millones en la asamblea del próximo mes de septiembre. La inyección de CVC, que debe ser aprobada en asamblea, iba a devolver un oxígeno del que el club azulgrana nada quiere saber.
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