¿Para qué he entrado aquí? Olvidar qué vas a hacer al cambiar de habitación tiene nombre: el «efecto umbral».
¿Reconoces la sensación de ir a hacer algoa otra punta de la casa y al llegar a la habitación no acordarte para qué has entrado? La ciencia ha detectado que cuando cambiamos de entorno nuestro foco de atención cambia, lo que tiene efecto en nuestra memoria.
Alguna vez te ha pasado. Todos lo hemos hecho. Vas a coger algo al cuarto de baño, pero cuando llegas, olvidas lo que estás buscando justo en el momento que entrasen la habitación. Otro caso, abrir la puerta de la nevera y mirar en la repisa del medio sólo para darnos cuenta de que no podemos recordar por qué abrimos la nevera en un principio. Aguantar un momento para interrumpir a un amigo para contarle una cuestión candente que nos hizo quererle cortar la conversación y que desaparece de nuestras mentes justo cuando íbamos a hablar: «¿Qué te iba a decir yo?».
Esos momentos temporales de olvido pueden ser una molestia, pero también son comunes. Se conoce como “el efecto umbral”, y revela algunas características importantes de cómo se organizan nuestras mentes. Entender cómo funcionan podría ayudarnos a apreciar esos momentos temporales de olvido como algo más que una molestia. En el momento en que has llegado a la nevera, te has olvidado de por qué estás allí, pero no tienes Alzheimer, es un posible reflejo del complejo procesamiento que tiene lugar en el cerebro.
Nuestra atención se mueve en una jerarquía de acciones
A medida que avanzan los días, nuestra atención cambia entre distintos niveles de estrategia. Esto es, hacemos ciertas tareas con el objetivo de hacer algo más grande. A lo mejor nos centramos tanto en alguna tarea muy concreta que se nos olvida que sirve para hacer algo más adelante. Nuestros objetivos y ambiciones, los planes y estrategias, serían los niveles más altos y las tareas concretas pertenecen a los niveles más bajos. Cuando las cosas van bien, a menudo en situaciones que nos resultan familiares, mantenemos nuestra atención en lo que queremos. Por ejemplo, un piloto experto maneja sus engranajes, indicadores y ruedas automáticamente, y su atención se centra en acciones menos rutinarias como controlar el tráfico o hablar con sus pasajeros. Cuando son menos rutinariastenemos que cambiar nuestro nivel de atención hacia los detalles de lo que estamos haciendo, eliminando de nuestra mente la imagen más grande del plan por un momento. De ahí la pausa en la conversación cuando alguien que está conduciendo llega a un cruce difícil, o el motor comienza a hacer un sonido raro.
La forma en que nuestra atención se mueve hacia arriba y hacia abajo en la jerarquía de acciones es lo que nos permite llevar a cabo comportamientos complejos, cosiendo juntos un plan coherente en distintos momentos, en múltiples lugares o requiriendo múltiples acciones. “El efecto umbral” se produce cuando nuestra atención se mueve entre esos niveles, y refleja la dependencia de nuestros recuerdos, incluso recuerdos de lo que estábamos a punto de hacer, en el ambiente en el que estamos. Si subimos a una habitación a por las llaves y al entrar en ella no recordamos qué queremos coger, psicológicamente, lo que ha sucedido es que el plan “llaves” se ha olvidado incluso en medio del desarrollo de una parte necesaria de la estrategia «ir a la habitación».
Intercambiamos los ambientes físicos y mentales y eso afecta a la memoria
Probablemente el plan en sí es parte de un plan más grande «Prepárate para salir de casa», que es parte de planes en una escala más amplia y más amplia «ir a trabajar», «mantener mi trabajo», «tener dinero «, o lo que sea. Cada escala requiere atención en algún momento. En algún lugar de la navegación dentro de esa compleja jerarquía surge la necesidad de “llaves”, y centramos la atención en ello de forma suficiente como para construir un plan, pero luego pasamos al siguiente nivel caminando hacia el dormitorio, o preguntándonos algo mientras subimos las escaleras, o lo que tenemos que hacer cuando lleguemos al trabajo.
Nuestros recuerdos, incluso para nuestros objetivos, están incrustados en redes de asociaciones. Ese puede ser el entorno físico en el que los formamos, por lo que revisitar nuestro hogar de la infancia puede traer de vuelta una avalancha de recuerdos olvidados anteriormente, o puede ser el “ambiente mental”, el conjunto de cosas que estábamos pensando cuando esa cosa apareció en mente.
“El efecto umbral” se produce porque intercambiamos los ambientes físicos y mentales, moviéndonos a una habitación diferente y pensando en cosas diferentes. Nuestro cerebro ve las puertas como un punto de corte, como una división. Eso se debe a que cuando cambiamos de entorno nuestro foco de atención cambia y eso afecta a estos procesos de la memoria. No podemos concentrarnos adecuadamente en tantas cosas a la vez, por lo que nuestro cerebro olvida o pierde ciertas tareas. Se olvida cuando el contexto cambia.

Miguel Rosero, editor de la revista impresa y online Eventos En Red. Profesional de la comunicación y la tecnología.