La historia de Rosalía está formada de aparentes contradicciones. De conexiones entre puntos que en principio parecen distantes. ¿Cómo es posible que una chica del Baix Llobregat sin tradición musical en su familia decida sumergirse en el flamenco hasta convertirlo en su vocación? ¿Y que conecte de la misma forma con el cante más primitivo que con el R&B o el trap de Atlanta? Está repleta de dualidades: ha empleado dos años para preparar un disco de debut que recupera composiciones de más de medio siglo de vida, mientras se encontraba con que una colaboración puntual se convertía en éxito viral. Y pasa de la sobriedad que muestra en el escenario a la estética urbana que despliega en Instagram0. Pero sobre todo, el mayor enigma reside en cómo se puede tener 23 años, debutar con un disco que gira en torno a la muerte y «cantar como una vieja», como le dijo en una ocasión el guitarrista Pepe Habichuela.
Solo hacen falta cinco minutos de conversación para que todo lo anterior cobre sentido, parezca natural. Llega a la cita desde Barcelona —donde vive desde hace tres años y estudia la carrera de música— tan solo un par de días antes de la publicación de Los ángeles, un álbum conceptual que ha generado tanta expectación que dos compañías multinacionales han pugnado por él. A veces puede parecer todavía una postadolescente, como cuando sostiene el móvil —funda rosa, uñas largas con glitter— mientras muestra con orgullo imágenes de su nuevo clip, que acaba de filmar en Los Ángeles (la ciudad) con el realizador Manson. Pero cuando empieza a hablar la cosa cambia.
Todas sus decisiones parecen meditadas, reflexionadas durante tanto tiempo como el que le ha llevado forjarse una carrera que todavía está arrancando. Sabe lo que quiere y, sobre todo, lo que no quiere. «A los 16 años o por ahí ya había gente que me propuso hacer cosas», dice en un determinado momento. «Hubo sellos que se me acercaron y me decían: ‘Vamos a hacer un bombazo’. Ideas muy comerciales, copla con electrónica y cosas así, que no me atraían nada. Pero yo quería hacer un primer disco en el que creyese realmente, que me representase». Más tarde, durante la sesión de fotos de este reportaje, muestra la misma decisión, intentando controlar que todo lo que haga esté en sintonía con lo que quiere expresar. Porque, a pesar de su juventud, llegar a este momento le ha costado tiempo y una dedicación poco habitual.
De parquineo con Camarón
«De pequeña, yo sabía que era fin de semana porque en mi casa era cuando se escuchaba música», recuerda. Pero nada de flamenco. «Mis padres ponían Supertramp, Queen, Bruce Springsteen, Bob Dylan…». Nadie de su entorno cercano en su pueblo, Sant Esteve Sesrovires, cantaba o tocaba algún instrumento, pero ella se empeñaba en repetir cualquier melodía a su alcance. «Siempre estaba tarareando canciones de la tele, de la radio… incluso me inventaba melodías así random. No tenía discos, solo escuchaba lo que había por ahí». Por eso a sus padres no les sorprendió que a los nueve años les pidiese que le apuntasen a clases de música. «No vengo de familia de músicos, ni de familia de la industria musical, ni de contactos…».
¿Started from the bottom, como Drake?
«Totalmente», responde riendo. «Yo vengo de cero».
De ahí al flamenco solo había un paso, uno mucho más natural de lo que parece: el parquineo. «Solía ir con gente mayor que yo y, cuando tenía unos 13 años, por las tardes después del instituto nos íbamos al parque. La gente ponía música en los coches con las puertas abiertas, con altavoces de estos guapos, y ahí sonaba Camarón. Así descubrí el flamenco: en la calle». El estéreo de un coche le cambió la vida. «Fue como un flechazo. Me apasionó tanto que empecé a escuchar a Camarón en casa y a buscar más cosas de flamenco. Luego me di cuenta de su complejidad y quise empezar a estudiarlo. Busqué a un maestro y, a los 16, empecé a trabajar con él».
En la imagen, con kimono de Marcelo Burlon. Los labios mate serán un must esta temporada como los de Rosalía, que adquieren ese tono aterciopelado gracias a la icónica barra L’Absolu Rouge nº160 de Lancôme. Las cejas se despeinan con el cepillo invisible Sourcil Styler de Lancôme, para conseguir ese efecto messy que triunfa en la calle.
Ese maestro fue el cantaor Chiqui de la Línea, quien le inició en «la parte más antigua, en el flamenco clásico». «Él me ha ayudado a desarrollar mi identidad flamenca», cuenta. «Aprendí a apreciar las melodías antiguas y cómo se cantaban a través de escuchar discos de La Niña de los Peines, del Niño de la Huerta, del Gloria… Cosas que ahora nos cuestan, nos suenan mal. No estamos acostumbrados, hoy en día todo está muy bien producido, todo suena muy bien… Ellos no. Los cantaores de esa época tenían cada uno su voz, era todo muy primario. Fue un proceso largo, de mucha dedicación y de aprender a escuchar». Hoy todavía sigue trabajando con Chiqui. «Él me impulsó a estudiar la carrera de música. Es como un sensei del flamenco», explica riéndose.
«ME GUSTA VER LO BONITO DE LA IMPERFECCIÓN.YO REIVINDICO LA EMOCIÓN COMO LO PRINCIPAL, LO PRIMARIO»
Esa inmersión en el cante primitivo sería decisiva no solo para Los ángeles, sino también para una manera de entender su expresión. «Me gusta ver lo bonito de la imperfección. Lo real es imperfecto. Es bueno reivindicar que muchos de los discos antiguos sonaban desafinados, las guitarras no sonaban perfectas. La técnica no era lo más importante». Poco después, casi sin querer, lo resume en una sola frase: «Yo reivindico la emoción como lo principal, lo primario».
Mirar hacia la oscuridad
¿Y qué hay más primario que la muerte? Para poner en marcha Los ángeles, fue crucial otro encuentro, el que le unió con Raül Fernández, Refree, músico y productor que pasó de la escena rock a trabajar con músicos de la órbita del flamenco como Rocío Márquez, Silvia Pérez Cruz o, más recientemente, Niño de Elche. A ambos los presentó el periodista musical y compositor Luis Troquel, que había descubierto a Rosalía a través de la cantaora Mayte Martín. «Hay veces que no estoy de acuerdo con ella», explica Troquel, «pero cuando Mayte me dice que alguien canta bien, eso va a misa». Más allá de la experiencia de ambos con el flamenco, compartían otras referencias. «Me acuerdo que el momento en el que se volvieron locos fue cuando se pusieron a hablar de hip-hop y R&B, de Kanye West,James Blake y Kendrick Lamar«, cuenta Luis.
«Nos encontramos en un momento muy parecido, vital y musical», recuerda Refree sobre ese encuentro. «Empezamos a quedar solo para escuchar música juntos, que era algo que yo no hacía desde la adolescencia. Hasta que un día nos pusimos a tocar un tema, el I see a darkness de Bonnie ‘Prince’ Billy, y fue como si se hubiese parado el tiempo. Ahí vimos que teníamos que tocar juntos». Rosalía comparte esa misma sensación: «Cuando acabamos nos quedamos los dos callados. Yo creo que en ese momento nos dimos cuenta de que había pasado algo».
Como si fuese una premonición, esa canción —que Johnny Cash interpretaría al final de su vida— ya apuntaba el tema principal de Los ángeles: la muerte. «Todas las letras son tradicionales», explica Rosalía, que compartía con Refree la idea de hacer un disco conceptual. «Buscaba lo que para mí tuviese una carga emocional. Me preguntaba qué letras me parecían más impactantes o más duras. Cuáles me parecían más universales, que no tuviesen que ver con una época concreta. Empezamos a buscar temas en cantes antiguos y nos encontramos con la muerte. Había muchos cantes sobre ella, y desde puntos de vista distintos. Nos pareció un tema muy rico, del que se podía sacar mucho». Cuando se le pregunta cómo afrontar un tema así desde la perspectiva de una persona joven, su respuesta desarma: «Cuando empiezo un proyecto artístico, normalmente tiene que ver con acercarme a algo ajeno a mí. El arte me ayuda a acercarme a cosas que no entiendo».
¿Te hizo reflexionar sobre qué hay después de la muerte?
«Yo soy joven, y sé que a los jóvenes a veces nos cuesta comprender que las cosas no son eternas. De alguna forma el disco sí me ha hecho reflexionar sobre lo efímero. Nada dura, nada es para siempre. A la vez, también me ha naturalizado ese tema, ya no es un tabú. Para mí el disco tiene un tinte bastante espiritual. Yo siempre he tenido la sensación de que no te mueres y ya está. Pero eso ya es algo muy personal. Yo lo vivo así, pero la gente no tiene por qué sentir eso cuando lo escuche».
Pero Los ángeles también es la reivindicación de una música antes de la llegada de la ortodoxia. «Cuando hacemos flamenco… bueno, cuando reinterpretamos el flamenco, nos suena así», dice corrigiéndose a sí misma. «Vemos esa parte tan primaria. Si escuchas, por ejemplo, cómo le sonaba la guitarra a Diego del Gastor… ¡Era un punki! Hoy en día no es habitual, y Raül toca así. Eso me hace cantar de una manera distinta, me conecta con algo muy visceral, de entraña». Refree, que aporta además al disco arreglos puntuales más cercanos a la experimentación que a la tradición, resume la experiencia de trabajar con ella durante dos años: «Lo que más me sorprendió cuando empezamos es que tomaba decisiones estéticas a las que a mí me había costado mucho tiempo llegar. Cosas que están muy lejos del virtuosismo o de la intención de epatar. Es como si fuese mucho más madura musicalmente de lo que es en edad. Cuando canta tiene mucha visceralidad, pero medita mucho cada paso que da en su carrera. Yo he trabajado con mucha gente, y pocas veces he visto a alguien que tenga tan claro lo que quiere ser».
Lo viejo es lo nuevo
Antes de cantarle a la muerte, mucha gente conoció a Rosalía en un registro completamente distinto. Con una producción a medio camino entre el R&B y el reggeatón suave (y un título de nuevo premonitorio), Antes de morirme, su colaboración con C. Tangana, se acerca ya a los 9 millones de visitas en YouTube. Desde el verano pasado, la canción ha sonado en coches, clubs y en las gargantas de muchos adolescentes. «Yo me esperaba que fuese una colaboración más, dentro del underground, con un músico al que admiro», aclara sobre la repercusión de ese tema. Accidente o no, le ha ayudado a darle una dimensión distinta a su carrera. Viendo su Instagram, alguien que no supiese nada de ella no sospecharía que se ha pasado años estudiando a Antonio Chacón y La Niña de los Peines. «Ella cree que la estética de su generación, que a veces está más cercana al trap, también le funcionaba para el flamenco», explica Refree. «Que no quería cambiar nada de cómo es para hacer flamenco, no vestirse de repente de faralaes ni nada de eso».
Más allá de una decisión estética, Rosalía establece conexiones entre lo tradicional y lo actual, entre el cante de la primera mitad del siglo XX y una voz con Auto-Tune. Porque para ella ambos mundos no son excluyentes. «Vivo de forma paralela entre estas dos cosas», afirma. «La raíz me busca, pero también me inquieta y me gusta la música actual. Para mí es igual de espiritual una misa que el ritual que se crea cuando la gente se conecta mientras baila. Es igual de profundo. La música tiene muchas funciones y no hay que hacer clasismo entre géneros. Es absurdo decir que esto es mejor que lo otro. Eso corresponde a un juicio que viene dado por muchos factores: la edad que tengas, de dónde vengas… Y al final todo eso hace que te pierdas cosas».
«NO SIENTO EL PESO DE ALGUIEN NACIDO EN UNA SAGA DE CANTAORAS. YO QUIERO EXPLICAR EL FLAMENCO DESDE MI PERSONA»
Ella se siente parte de una generación de músicos que parten del flamenco con una perspectiva nueva. «Creo que hay una escena, está pasando algo. Gente como Niño de Elche o Rocío Márquez son figuras muy importantes dentro de esta apertura que está sucediendo». También en el sentido inverso, con artistas comoDellafuente que van desde el rap o el R&B a sonidos más tradicionales. «Claro», replica. «Es que, si te fijas, los raperos de hoy en día cantan. O Pxxr Gvng, que utilizan temáticas que tienen que ver con el flamenco. Está muy bien que pase esto. Las nuevas generaciones creo que ahora lo están valorando más. Quizás es que a los españoles nos cuesta valorar lo nuestro, pero no creo que tengamos nada que envidiarle a ninguna música de cualquier lugar del mundo».
Todos estos artistas están logrando poco a poco que el flamenco sea percibido de otra forma, lejos tanto del cliché de postal acartonada como de la ortodoxia férrea. Y en el caso de Rosalía, haber llegado a esa tradición desde fuera le ha ayudado a acercarse de manera más libre. «No siento el peso que pueda sentir una cantaora que haya nacido en una saga de flamencos, en el que igual su familia espera que cante de una manera concreta. Yo he estudiado porque creo que, si quieres aportar algo a un género, tienes que conocer su pasado en profundidad. He puesto mucha dedicación en eso, pero lo que quiero es explicar el flamenco desde mi persona. Desde mis 23 años, que soy Rosalía, que vengo de Barcelona, que mi familia no es flamenca… y si eres honesto eso se tiene que reflejar en tu música. Tengo unas vivencias y unas inquietudes distintas, que tienen más que ver con lo desprejuiciado que con lo que está bien o mal». No quiere hacer lo correcto, sino lo que le sale.
Esa manera de posicionarse entre el pasado y el presente hace que sea una de las pocas artistas actuales que puedan arrastrar a un público joven a un concierto basado en cantes con más de medio siglo de vida («es una consecuencia que no he buscado, pero que me hace muy feliz», aclara) y que a la vez pueda impresionar a una leyenda como Pepe Habichuela. «¡Dios!», exclama al acordarse de ese momento. «Acabé un día en casa de Pepe, a través de unos amigos comunes, y de pronto me dice: ‘Ven aquí que vamos a hacer un cante juntos’. A mí se me salía el corazón por la boca. Canté bulerías por soleá y Pepe le decía a Raül: ‘¿Canta como una vieja o no?’. Yo me reía. No hay cumplido mayor en el flamenco».
Entre ambos mundos -—tradición y modernidad, respeto y atrevimiento, pasado y presente— ella sigue buscando su identidad. «Para mí todo está ya creado, pero tienes esa ilusión de que puedes innovar, inventarte algo… Es lo que te mueve, lo que te lleva a levantarte por la mañana y ponerte a hacer música. Aunque sea solo una ilusión». Acaba la charla y, mientras sonríe satisfecha, alza la mano para chocarla. De repente, Rosalía vuelve a tener 23 años.
Los ángeles está editado por Universal. Rosalía y Refree actúan en Donostia (2 de marzo), Bilbao (3 de marzo), Madrid (16 de marzo), Barcelona (23 de marzo), Valencia (20 de mayo), Primavera Sound (3 de junio) y Vida Festival (1 de julio).
Realización: Victoria Zárate
Maquillaje y peluquería: Miguel Ángel Gómez Tragacete para Lancôme
Dirección de arte: Nelson Morgado
Asistente de estilismo: Juan Carlos Vivas
Revista Eventos En Red
Miguel Rosero, editor de la revista impresa y online Eventos En Red. Profesional de la comunicación y la tecnología.