Fingen los orgasmos porque no llegan casi nunca y “qué menos que animar”; contorsionan sus pelvis cómo pueden para poder alcanzar un grado máximo de placer mientras tú marcas el ritmo e intensidad de penetración; y te cogen de la manita con cariño para acercar tu mano a su clítoris, que “no es ahí, está aquí”. Y casi nunca, pese a la insatisfacción sexual que sufren y de la que tú eres uno de los máximos responsables, sueltan reproche alguno. Así son ellas, pero sigues sin saber cómo atinar para compensarla…
“Quieres complacer a tu pareja y te queremos ayudar”. Bajo este sentido y solidario mensaje, los editores de ‘Men’s Health’ decidieron preguntar a más de 1.100 mujeres –por qué dejarlo en un número redondo cuando el “más” tiene el doble de ‘punch’– cuáles eran sus posturas preferidas en la cama. Objetivo: llegar de una vez por todas a un listado en condiciones que ayude a los hombres a guiarse en la cama y dejar de insistir en el clásico misionero. Porque no, no está entre las posiciones más gustosas, que lo sepáis.
La inmensa mayoría recalcó la importancia de añadir un poco de innovación en la cama, así que no te las tomes como el A, B, C (y D) de las relaciones sexuales
Al más de millar de féminas participantes se les pidió que valorasen pros y contras de 11 posturas sexuales, por aquello de acotar opciones, y estas fueron las cuatro mejor puntuadas. Eso sí, la inmensa mayoría recalcó la importancia de añadir un poco de innovación en la cama, así que no te las tomes como el A, B, C (y D) de las relaciones sexuales y varía de vez en cuando.
1. La vaquera (ambos sentados)
Ganadora por goleada, el 48% de las encuestadas clasificaron esta postura como su preferida. Los por qués, evidentes: estando encima pueden controla la profundidad y ángulo de penetración, marcar el ritmo de las embestidas y, cómo no, dejar acceso directo a sus pechos para que tomen el protagonismo pertinente. Por si no lo sabías, la estimulación del pezón activa un área del cerebro conocida como la corteza sensorial genital, la misma región que se estimula mediante la excitación del clítoris, la vagina y el cuello uterino. Sí, es difícil pero incluso pueden llegar al orgasmo.
2. ‘G-whiz’ o el perrito invertido
La mujer se tumba boca arriba y apoya sus piernas sobre los hombros de su acompañante pero con una variación: él, en lugar de estar de pie, se agachará y echará su cuerpo hacia ella de tal forma que quede casi totalmente hecha una bola. El 32% dijeron que esta posición estaba entre sus tres mejores valoradas, ¿por la comodidad? No, más bien porque es una de las formas más sencillas para alcanzar el profundo punto G: cuando ella levanta las piernas su vagina se estrecha por lo el pene tiene menos posibilidades de desviarse del camino hacia el escondido punto erógeno. Ah, y ya de paso, se puede estimular el clítoris bien con el abdomen de su pareja, bien con el roce de sus propios labios vaginales.
3. La plancha
Casi con el mismo porcentaje de fieles amantes que la anterior, el 31% de las mujeres dijeron que esta postura estaba, como mínimo, en su ‘top3’. Entre los cientos de comentarios vertidos sobre la plancha, fueron muchas las que coincidieron en la idea de que permite encajar a la perfección con la otra persona. Ella recostada boca abajo, con las piernas rectas y las caderas un poco levantadas –se recomienda colocar una almohada debajo del vientre de ella para que pueda elevarse sin dejarse las lumbares–, él sólo tiene que tumbarse encima encima de ella. Como si le diese la espalda al Misionero. Entre otras cosas, si se mantiene una respiración adecuada y se sigue un ritmo constante, esta postura permite que ellos aguanten bastante más en la cama.
4. La postura de la mariposa
Parecida a la número 2, el 35% de las féminas no dudarían en sentir la mariposa un poco más abajo de sus estómagos. La mujer tiene que tumbarse sobre un sitio relativamente alto que le ofrezca la posibilidad de colocar el trasero en el filo de la superficie, aproximadamente a unos 30 centímetros por debajo de la pelvis de su acompañante. Piernas en alto apoyadas sobre los hombros de él, éste colocará las manos sobre sus glúteos para penetrarla. Si se da con el ángulo perfecto y el grado de profundidad adecuado, no será difícil alcanzar el punto G. Sin contar con que ella está extendida sobre una mesa, qué menos que acariciar su torso, agarrar sus pechos y, por qué no, utilizar algún dedo para estimular a la par el clítoris.
Y un plus más: deja la opción de cumplir con el sueño inculcado por cientos de miles de escenas sexuales de ficción de despejar una mesa tirándolo todo al suelo para que ella se recueste sobre la superficie. Que nada, ni el plato con los restos de cocido, frenen la pasión.
Miguel Rosero, editor de la revista impresa y online Eventos En Red. Profesional de la comunicación y la tecnología.